REPORTAJE

El Salvador: los pueblos coloniales más bonitos

18 mayo 2020

El Salvador el es país más pequeño de América Central. Su extensión de 21.000 km2, es aproximadamente el doble de la Comunidad Foral de Navarra. El turismo sólo está empezando a despegar. Mejor así, por lo menos para viajeros que quieren moverse lejos del turismo de masas. Nuestro consejo para descubrir algo sorprendente: los pueblos coloniales más bonitos. ¿Habéis oído hablar de Ataco y Suchitoto? Probablemente no. Pues exactamente allí es donde tenéis que ir.

Ataco – ajetreado y tranquilo

Nos ponemos en marcha desde el Pacífico. Pronto empezamos a notar el frescor de camino a las tierras altas. Se agradece después del calor de la costa. Las buganvillas y los hibiscos ponen la nota de color. Los cebúes se cruzan por la carretera. Nosotros avanzamos en el coche sobre un pavimento lleno de baches. Es un viaje por la vida sencilla del campo. Mujeres en el lavadero, ropa tendida, árboles de mango, cabañas. Aparecen los primeros arbustos de café. Ya llegamos a Ataco. Este pueblo en el límite oeste del país tiene una población de 3.000 habitantes. Es un lugar vibrante, auténtico, tranquilo. Un vendedor de pan se acerca traqueteando con su bici sobre el suelo de adoquines. Una mujer sostiene su cesta de fruta sobre la cabeza. Los maleteros de las camionetas abiertas hacen de expositores para la venta de verduras.

El capó de un coche es utilizado también como expositor para ropa.

Los puestos en este pequeño mercado están muy bien dotados. Plátanos, coliflores, piñas. Entre las papayas y los rabanitos se nos va la mirada hacia una trampa para moscas en forma de bandeja pegajosa.

Escenas llenas de color

En la pequeña plaza de Ataco se levanta la iglesia de la Inmaculada Concepción. El interior está dominado por una oleada de colores que le dan un aspecto cursi. Incluido el cielo con nubes, columnas doradas y brillantes y pinturas con colores pastel. Sobre el suelo brillante se refleja el Cristo del altar. Esa fijación por el color continúa en el exterior. Ataco es conocida por sus coloridas y modernas pinturas murales. Una vista de la ciudad ocupa una pared entera. Delante de ella una mujer vende juegos de habilidad para niños.

Straßenhändlerin
Vendedora ambulante en Suchitoto

Paseos por las callejuelas y artesanía

Quien pasea por estas callejuelas puede a la vez hacerse con todo tipo de recuerdos. Hay un importante taller de tejidos y tiendas de artesanía con máscaras, cerámica, bolsos, mochilas. Hay también jabón de coco y “jabón maya” hecho con aceites vegetales. En un taller unas artistas pintan mini esculturas en madera: tucanes y gatos.

Visita a la plantación de café

En las afueras de Ataco está la hacienda cafetera El Carmen Estate.  Es una de las mejores y más conocidas del país. Fundada en 1930, está hoy en día en manos de la cuarta generación. La situación, a 1.300 metros, es ideal. El simpático Héctor nos guía por el almacén de sacos de café y la selección de calidad. Ahí las trabajadoras se sientan junto a la cinta transportadora y seleccionan a mano.

La degustación de café corona esta visita. La marca “Gourmet” ofrece lo que promete y es apreciada también por los compradores locales. Eso demuestra que no todo el buen café de El Salvador tiene que ser necesariamente exportado. A pesar de eso la exportación supone el negocio más importante. Desde esta hacienda salen envíos hacia Arabia Saudí, Rusia, Australia. 

Suchitoto, la segunda joya

Cambiamos de lugar: del oeste vamos al centro del país. Ahí está, entre la capital, San Salvador, y el embalse Cerrón Grande, Suchitoto.

En el centro del pueblo se encuentra la fachada resplandeciente de la iglesia de Santa Lucía. Dentro veremos la escultura de un Cristo melenudo con la mirada perdida.

Las callejuelas pintorescas están adoquinadas, llama la atención la escena con macetas con flores detrás de las rejas de las ventanas o incluso en la misma acera.

Las fachadas relucen en turquesa, naranja, rojo.

Puestos callejeros y gente simpática

El pequeño comercio llena, como en Ataco, la estampa de la ciudad. Los vendedores ofrecen zapatillas y calcetines, pero también melones, manzanas, cebollas, veneno para ratas. En la entrada de un portal una mujer vende panes de maíz. Una costurera muestra bonitos vestidos colgados en su taller.

El ritmo de la vida aquí es tranquilo, también por las noches. Entonces se sientan los lugareños en sus sillas de plástico delante de las casas y saludan a los que pasan.

En momentos como ese nos preguntamos:

¿Dónde está ese El Salvador al que muchos se refieren como país peligroso? ¿No es injusto?

En Ataco y Suchitoto nosotros nos hemos sentido totalmente seguros.

Verkäufer
Un simpático vendedor en Ataco