REPORTAJE
Algarve: Un sendero maravilloso sobre los acantilados
23 noviembre 2020
Las gaviotas planean. Huele a tomillo. Más allá, el Atlántico en azul oscuro. Las olas rompen en los acantilados, arcos de piedra, playas. Todo esto lo podéis ver en uno de los senderos más bonitos del sur de Portugal: el “Sendero de los siete valles suspendidos”, en portugués “Percurso dos Sete Vales Suspensos“. En el camino conoceréis la parte oeste del Algarve, llamada Barlovento algarveño, (Barlavento algarvio en portugués) en todo su esplendor.
Cifras y recomendaciones
Para empezar, ahí van unas cifras y recomendaciones.
El sendero tiene 5,7 km.
Grado de dificultad oficial: medio.
No hay partes peligrosas. Pero tampoco están protegidos todos los pasos escarpados del camino. Eso significa que hay que ir con cuidado.
Seguid las indicaciones en rojo y amarillo.
El punto de partida está en el aparcamiento cercano a la Praia da Marinha, el final está junto a la Praia de Vale Centianes. Dado que aparcaréis el coche en el parking de Marinha, tendréis que volver hasta allí y eso es sólo posible haciendo el recorrido a la inversa. Preparad vuestras fuerzas para un recorrido de 11,4 km. Contando también con las paradas para hacer fotos, bañarse y comer, calculad entre cinco y seis horas. A priori, puede parecer mucho tiempo, pero según nuestra experiencia es una duración bastante realista. Seguro que queréis parar a menudo. Porque no es posible disfrutar de las vistas y seguir caminando a la vez. Si no, hay peligro de tropezarse.
El camino asciende hasta un máximo de 45,5 m y va todo el tiempo hacia arriba y hacia abajo: a través de valles, parecidos a pequeños desfiladeros y que le dan al sendero su nombre. Solo en contadas ocasiones desaparece de nuestra vista el océano. El terreno es impracticable, unas veces son piedras, otras polvo. Bajo ninguna circunstancia debéis hacer el recorrido en chancletas, si no deportivas o calzado de monte. Llevad suficiente agua, comida, crema solar, gorro, traje de baño.Las mejores épocas del año para visitarlo son primavera y otoño. También en invierno, con clima templado, puede estar bien. En verano puede resultar demasiado caluroso.
Torres de rocas y decorados del oeste
Allá vamos. Las primeras ya son extraordinarias: curiosas formaciones rocosas sobre el paisaje escarpado. Los colores oscilan entre el marrón óxido y el amarillo claro. La erosión ha dejado aquí su huella durante millones de años. Las barandillas de madera protegen de las posibles caídas. No hay que tener miedo.
El camino está flanqueado por burdos arbustos de enebro, palmeras enanas y otros matorrales.También podemos encontrar lirios y orquídeas. La fauna se limita a zorros, murciélagos, y conejos salvajes. Prestad atención al suelo porque puede haber restos fósiles de conchas marinas.
Las pequeñas colinas en el interior se asemejan al paisaje de las películas del Oeste americano. Fuera, sobre el océano resplandeciente cruza un barco lleno de excursionistas. Un primer agujero gigante, semejante a un cráter, aparece delante: una cueva. Más adelante aparecerán otras. Todas están cercadas alrededor por cuestiones de seguridad.

Playas y gaviotas
El camino de grava sigue hacia arriba. Abajo se puede ver una playa solitaria e inaccesible. Las gaviotas son las únicas invitadas hoy. Desde el agujero de la “Bif Cave” emerge el rumor del mar -mientras abajo los barcos entran, nosotros estamos recorriendo la parte de arriba, dos plantas por encima. El camino pasa sobre placas de roca, grava, polvo, restos de raíces. El pequeño mar local de Benagil se acerca. Llegamos al lugar y, por desgracia,volvemos al asfalto. La Praia de Benagil es una playa de arena que limita con acantilados. Una buena oportunidad para acercarse al agua.
Desde el nivel del mar seguimos de nuevo hacia arriba, un tramo a través de matorrales. En este punto podéis disfrutar de una vista maravillosa sobre la playa de Benagil y los acantilados, que se alzan como si fueran proas de barcos. Pronto llegamos a la siguiente playa: Praia do Carvalho. La única forma de llegar es a través de una escalera por el acantilado. Muy curioso. Cuando se llega a la playa uno se siente completamente aislado del resto del mundo. Un cartel avisa sobre posibles desprendimientos.
Como en la luna…
Una larga subida por escalera nos saca con bastante esfuerzo de la hondonada, en un recorrido salpicado de agave y flores. De vuelta en las alturas, se puede ver a lo lejos el Farol de Alfanzina. Es el faro sobre el cabo Carvoeiro, construido en 1912 y coronado por una cúpula roja. El paisaje erosionado de Leixäo do Ladräo podría ser parte de un paisaje lunar.









Camino de vuelta y chapuzón final
Las gaviotas se hacen oír. El sudor se hace presente durante las siguientes cuestas hacia arriba y hacia abajo detrás del faro. Arriba, sobre los acantilados, nos espera un recorrido de ensueño. Pero todo tiene un final, que en el “Sendero de los siete valles suspendidos” está marcado por otra playa: la Praia de Vale Centianes.
Aquí podéis descansar y recuperar energías. Desde aquí tenemos que volver sobre nuestros pasos. Al final podéis premiar vuestro esfuerzo con un baño refrescante en la Praia da Marinha.
